La actividad está restringida por los problemas para viajar. Los colegios privados abrieron sus puertas, pero muchos docentes no fueron a trabajar. Los bancos no atenderán al público.
A primera hora, Buenos Aires parecía en plena fase 1 de la pandemia. Al paro general, que asoma potente y que impacta directamente en el transporte público, se le sumó un frío que recuerda que el mes que el invierno está ahí nomás de desplegarse a sus anchas.
En Aeroparque, todo ese bullicio por altoparlantes de qué pasajeros deben apurarse para no perder el embarque está detenido. Hoy no hay vuelos, así que tampoco hay pasajeros.
Hay pasillos casi vacíos, personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria y trabajadores de los kioscos, las cafeterías y las remiserías que están coordinando con los encargados de sus locales cómo gestionar el auto que los devolverá a su casa a falta de colectivos. Los que recién llegan a su turno deciden a qué van a dedicar el día: reponer mercadería, ordenar y limpiar un depósito, cambiar la cartelería. No esperan, casi, clientes este jueves. Tal vez algunos trabajadores de otros espacios de este aeropuerto en el que las pantallas titilan con avisos en rojo: la leyenda “Cancelado” se repite en todos los casos.