«Golpe de ojos»

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«Golpe de ojos»

Ya era de noche y con un grupo de amigos caminábamos por el costado de la ruta, camino hacia una fiesta programada hace más de dos semanas (Éramos chicos, y el permiso de los padres tenia peso, vio).

Fueron unos largos cinco kilómetros y a poco de llegar a destino tuvimos una idea que al día de hoy considero poco brillante: Jugar a la guerra de piedritas.

Empezamos con algunas pequeñas que al golpearnos cosquilleaban nuestras espaldas, pero como todo juego de niños, en poco tiempo perdimos el control.

Recuerdo haberle pegado muy fuerte en las canillas a José y echarme a correr por el descampado.

Cuando quise voltearme para pedirle perdón e indicarle que no jugaba más pasó lo inesperado: Una piedra alcanzó mi ojo derecho, provocando instantáneamente el desprendimiento progresivo de mi retina.

Luego de varios meses haciendo caso omiso a lo que mi cuerpo indicaba y gracias a la costumbre familiar de pasar los veranos en Córdoba nos enteramos de algo fatal: O me operaba el ojo al día siguiente o perdía la vista para siempre.

Como siempre, tuve suerte.

Mis padres me acompañaron en el proceso y en poco tiempo todo volvió a la normalidad…

O eso creía.

Fueron más de ocho años sin poder sostener la mirada fija, debido a la inseguridad que me provocaba la cicatriz en mi globo ocular.

Al día de hoy ya puedo decir orgullosamente que deje ese momento atrás y que el dolor se resignificó en una de las más grandes enseñanzas que me dio la vida:

Sólo debemos permitirnos mirar hacia adelante, un solo segundo mirando hacia atrás puede dejarte con una cicatriz que lleve años borrar.

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