
Si nos rodeamos de aquellos que nos enriquecen con sus cualidades y compañía, estaremos junto a personas que suman.

Además de rodearnos de personas que nos ayuden a crecer y que nos enriquezcan, también nosotros tenemos la posibilidad de esforzarnos por ser de aquellos que suman y no que restan.
Por eso, si identificamos cuáles son las relaciones que más nos interesa cultivar, podremos sacarle mayor partido a tales vinculos, reforzando la atención o el tiempo que queramos dedicarles.
Lo primero que merece la pena considerar es que no todo es blanco o negro.
Cuando prima lo negativo en las relaciones, puede suceder que haya personas que revolucionan un momento vital con intenciones enmascaradas. Sin embargo, detrás del egoísmo y el desdén, afloran los sentimientos negativos.
Al principio, y como consecuencia de casos extremos, es posible que no demos crédito a lo que estamos viendo. Se encuentra bloqueada la capacidad para “contemplar con otros ojos” esa relación que nos resta. Es decir, es como si estuviésemos cegados ante la realidad.
Lo que nos dificulta este caminar son las expectativas. Tales ideas entorpecen la distancia emocional que necesitaríamos para liberarnos de esos vínculos. Esto es, para apartarnos de esas personas con las que sufrimos y que merman nuestra energía, ilusiones o metas. La distancia emocional: alejarnos del dolor que nos acerca a la infelicidad.
Lejos de dejarnos ahogar por los llamados “vampiros emocionales”, tenemos la opción de pararnos a observar a ese alguien que nos apaga la mirada. Se trata de adoptar una postura que nos permita situarnos ‘desde fuera’, como si fuéramos simples espectadores.
Al tomar distancia emocional, es probable que lleguemos a la conclusión de que nada ni nadie tiene por qué poner en jaque nuestro bienestar y equilibrio. Si alguien nos quiere, nos aceptará tal cual somos, sin pretender cambiarnos o amoldarnos a sus deseos.
Por supuesto, las personas que suman no nos atarán a sus intereses ni harán que nos sintamos manipulados.
Al poner cierto espacio de por medio, nos será más fácil alejarnos del miedo, el dolor o la dependencia que generan las relaciones insanas.
En este sentido, cabe asimismo reseñar que en este tipo de vínculos tóxicos participan ambas partes. Sea como sea, ante algunos patrones de comportamiento o interacción, lo más saludable es retirarse. Así, soltando esa carga psicológica, la propia autoestima estará a salvo y dejaremos de exponernos a intenciones ajenas que nada nos aportan.
Solo entonces estaremos en disposición de ayudar a esas personas conflictivas. Porque es importante que, si aún nos quedan ganas y podemos hacer un esfuerzo, les hagamos entender que llevan a cabo conductas dañinas. Se trataría de decirles que, si de verdad les interesa, está a su alcance el cambiar su manera de relacionarse.
“No hay nada mejor que reencontrarse con uno mismo y perdonar a la otra persona, tenga razón o no. Porque la gente cuando hace cosas dolorosas, normalmente las hace porque en ese momento no podía hacerlo mejor, porque tenía miedo o por lo que fuera. Entonces, perdonar es algo maravilloso”.
Sé una de las personas que suman, porque si alimentamos los rencores, morimos poco a poco. Las emociones que sentimos se infectan de prejuicios y victimismo. Esto hace que perdamos vitalidad y esperanza. No obstante, guardar rencor es tan humano como perdonar o errar.
Porque el camino de la madurez emocional no deja de ser un juego entre tender la mano al otro y aligerar la maleta de aquello que nos pesa.



