
La foto de una familia de civiles asesinados, las imágenes de soldados rusos disparando contra personas desarmadas y tantas otras. Hay pruebas suficientes para actuar.

Existe una Corte Internacional de Justicia. Existe la ONU. Pero, aun siendo 2022, basta con que un país tenga más fuerza militar que otro para decidir sobre su destino y masacrarlo. Salvo, claro, que sea miembro oficial de un tratado. Cualquiera de los muchos que no lo son, están a merced de la voluntad sanguinaria del loco de turno.
Vladimir Putin no sólo ejerce su superioridad contra su rival, sino que hasta deja de lado los «códigos» de la guerra. Los crímenes están a la vista y la última foto publicada por el New York Times de una familia asesinada en las calles termina de mostrar una realidad tan cruda que a esta altura no se entiende cómo no hay acciones al respecto.
Una mamá y dos dos hijos, muertos en el asfalto. El padre, aun respirando, gravemente herido. Una más de las múltiples historias negras que se han contado y de las tantas otras que pasan inadvertidas ante tanto horror.



