Las sanciones por la guerra son terribles gastos para Rusia

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Rusia gana menos por petróleo y gasta más en la guerra.

La oscilación del valor del rublo ruso ha expuesto una grieta en la economía amurallada de Vladimir Putin, una vulnerabilidad que el equipo económico del Kremlin remendó rápidamente y con ello le permitió a la moneda recuperar su equilibrio, al menos por ahora.

No obstante, el parche —un aumento de emergencia de la tasa de interés— no puede ocultar el dilema en el corazón de la economía rusa: cómo financiar a las fuerzas armadas sin socavar la moneda nacional ni sobrecalentar la economía con una inflación corrosiva y políticamente embarazosa.

Los indicadores económicos clave también se encuentran en rangos normales. El desempleo es bajo, el crecimiento económico es mejor de lo que muchos esperaban, y la inflación es moderada para los estándares rusos —4% en julio—, aunque dura para quienes tienen ingresos limitados.

De todas formas, las importaciones a Rusia se están recuperando, al llegar los productos a través de países cercanos como Kazajistán y Armenia, con lo cual se evitan las sanciones. El gasto gubernamental en las fuerzas armadas y en programas sociales distribuye efectivo entre personas y empresas, que utilizan parte del mismo en adquirir productos importados.

La escasez de mano de obra, derivada de la salida de personas del país, le da fortaleza a los salarios, mientras que las hipotecas subsidiadas por el gobierno ayudan a mantener la actividad inmobiliaria.

Algunos golpes a la economía son evidentes, particularmente a la industria automotriz, luego de que los fabricantes occidentales abandonaran sus negocios rusos. Pero las importaciones de vehículos chinos están creciendo.

Los viajes al extranjero son extremadamente caros y están limitados por las prohibiciones de ciertos países a suministrarles visas a los rusos, y de algunas aerolíneas a prestarles servicio, aunque los ricos se las arreglan como siempre, y aquellos con ingresos modestos de todos modos no podían pagarlos.

La moneda rusa cayó demasiado para el gusto del Kremlin, por debajo de 100 rublos por dólar el 14 de agosto, un nivel psicológicamente importante. Eso impulsó al banco central a realizar un aumento significativo de emergencia de 3,5 puntos porcentuales en la tasa de interés, con el objetivo de enfriar la demanda local de importaciones. La moneda subió a 92 rublos por dólar en los días posteriores al aumento de la tasa, pero desde entonces ha bajado constantemente; el miércoles se cotizaba a 96 por dólar.

Si bien es más débil que los niveles del año pasado de alrededor de 60 rublos por dólar, este tipo de cambio más bajo todavía no es una crisis, si es que se puede evitar una caída libre. El Kremlin ha trabajado para proteger la economía de las sanciones tras anexarse la península ucraniana de Crimea en 2014. También transfirió la producción de alimentos a empresas locales al prohibir las importaciones de la Unión Europea, y presionó a los fabricantes para que se abastecieran localmente.

Gracias a los ingresos del petróleo, el gobierno tiene una deuda insignificante y reservas robustas, aunque aproximadamente la mitad de esas reservas han sido congeladas debido a las sanciones.

No obstante, a más largo plazo la economía rusa enfrenta un “desgaste lento” bajo la presión de las sanciones y el gasto de Putin en la guerra.

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