En el Día Nacional del Periodista, válido es realzar el valor de la profesión: en tiempos donde la mentira o la mala información no tienen consecuencias, los que conservan la ética y lograron seguir los cambios de la cuarta revolución son los que sobresalen.
No es sencillo ser periodista en estos tiempos. Y no es victimismo: los cambios que ha sufrido la profesión en los últimos 30 años han sido tan vertiginosos, que no muchos han podido seguir ese ritmo y hacer de su pasión un modus vivendi.
La denominada cuarta revolución (la de internet) permitió la expresión generalizada de los ciudadanos, que ya no necesitan de intermediarios o medios masivos para hacerse escuchar. Eso claramente es muy positivo, pero también le quitó valor a la verdad: hoy es sencillo «dar por muerto» o «señalar como culpable» a cualquier persona, para luego desmentirlo a los cinco minutos sin consecuencia alguna.
A esto se le suma la crisis mundial generalizada que viven los medios «tradicionales», que supieron ser masivos y hoy son de nicho: la radio, la televisión y los diarios. El periodismo ha sufrido una gran precarización y aquel individuo que sabía «de todo un poco», tuvo que aprender a lidiar con malas condiciones laborales, superposición de tareas y adquisición express de conocimientos y herramientas.
Pero, más allá del presente de los medios, la profesión está lejos de perder su valor. Al contrario: en un mundo actual donde abundan las fake news, la información por mensajes de WhatsApp y el denominado «periodismo de redes sociales» (aquellos que replican lo que otros protagonistas postean), el periodista genuino sobresale por su gimnasia de años, de investigación y tratamiento de la información.
Aquellos que mantienen la ética y a la vez supieron explotar sus marcas personales o acompañar proyectos de nuevos medios prometedores son los que prevalecen y han logrado que su importancia, lejos de caer, sea cada vez más preponderante. Desde ECOS.AR, el deseo de que pasen un gran día y nunca dejen de luchar por esta pasión.